by Carlos Zurutuza
Luis Shabi recuerda con nostalgia sus nueve años de noviciado en Roma y un viaje en automóvil por toda Europa antes de volver a Iraq en 1969. “Eran otros tiempos”, suspira el arzobispo caldeo de Bagdad en un búnker en el corazón de la capital iraquí.
Luis Shabi recuerda con nostalgia sus nueve años de noviciado en Roma y un viaje en automóvil por toda Europa antes de volver a Iraq en 1969. “Eran otros tiempos”, suspira el arzobispo caldeo de Bagdad en un búnker en el corazón de la capital iraquí.
Su oficina se encuentra en el sótano de la iglesia de Santa María del
Rosario, en el este de la ciudad. Es un templo humilde, pero protegido
por muros de hormigón, alambre de púas y soldados en guardia junto a un
vehículo blindado.
“Hemos sido siempre un pueblo pacífico y trabajador, con una
reputación de contribuir a la cultura iraquí con numerosos escritores,
poetas, filósofos…”, apunta el prelado cristiano caldeo, vestido con una
sotana inmaculada y tocado con un bonete rosa.
“Pero desde 2003 los extremistas han reforzado la imagen de que somos
una especie de ‘recién llegados’, algo así como una ‘extensión de
Occidente’ en Medio Oriente”, añade Shabi, pasando del inglés al
italiano sin transición. El hecho de que hubiera algunos ministros
cristianos durante el régimen de Saddam Hussein (1979-2003) “no hace
sino empeorar las cosas”, subraya.
“¿Qué ha hecho Europa para ayudarnos? ¿Y Roma? Ni las autoridades
civiles ni las religiosas en Europa han movido un dedo por nosotros en
el peor momento de nuestra historia”, lamenta.
Tras la diezmada comunidad mandea de Iraq –nueve de cada 10 miembros
de esa antigua religión del mundo mediterráneo murieron o huyeron desde
2003–, la cristiana fue la más castigada durante la última década.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados sostiene
que aproximadamente la mitad de la población cristiana abandonó el país
a partir de 2003, cuando comenzó la ocupación estadounidense.
Por otra parte, el Consejo Asirio de Europa señala a la propia Constitución iraquí como una de las culpables de la marginación que sufren las minorías.
“El Islam es la religión del Estado y fundamento básico de su
legislación”, estipula el artículo 2.1 de la carta magna iraquí de 2005.
“No somos árabes sino semitas. Hablamos arameo y llevamos en
Mesopotamia desde los tiempos de Hamurabi. Somos hijos de Abraham y de
Nabucodonosor, pero nuestro futuro en Iraq no pasa de mañana”, exclama
el arzobispo Shabi bajo toneladas de piedra y hormigón.
A 10 minutos a pie de ese lugar se alza majestuosa la espigada y
vanguardista fachada de la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro. Tras pasar un laberinto de charcos, fango y cemento, agentes
uniformados en camuflaje gris del Ministerio del Interior gestionan el
acceso al templo. El edificio fue reformado el año pasado, pero aquí
nadie olvida.
Imad Yokhana Yago: "Una
región autónoma cristiana en Nínive protegería a nuestra comunidad y
haría las veces de zona de amortiguación entre los grupos enfrentados”.
“Eran cinco. Saltaron por encima de los muros de hormigón y entraron a
tiros en la iglesia gritando ‘Dios es grande’. Decían que pertenecían
al Estado Islámico de Iraq (grupo sunita vinculado a Al Qaeda). Fue el
31 de octubre de 2011. Estábamos en misa”.
El trágico episodio permanece imborrable en la memoria de Aysur Said,
el actual párroco. Su antecesor, el padre Wasim Tabih, fue uno de los
50 asesinados en el peor ataque que ha sufrido esta comunidad desde
2003. “Algunos murieron por los disparos y otros asfixiados. A varios
los encerraron en una habitación que usamos para vestirnos. No tiene
ventanas y el aire se acabó enseguida”, relata Said a IPS.
Después del atentado, los cristianos de Iraq reclamaron una región
autónoma propia en las llanuras de la región de Nínive, en el noroeste
del país.
Se trata del lugar en el que la Biblia sitúa el jardín del Edén, pero
hoy también es zona en litigio entre kurdos y árabes. A 350 kilómetros
al noroeste de Bagdad, Mosul es su capital administrativa, escenario desde diciembre de multitudinarias protestas antigubernamentales.
Bashiqa, a 30 kilómetros de Mosul, es una de las ciudades que muchos
cristianos reclaman para su proyecto autonomista. Desde la iglesia
asiria ortodoxa de Mart Shmouni, el párroco Daniel toma distancia del
reclamo, recordando “la importancia de la unidad entre los iraquíes”.
Pero este religioso de 23 años reconoce que no es fácil.
“La nueva autoridad en Bagdad no es capaz de protegernos, por lo que nuestro pueblo sigue huyendo en masa”, describe.
“No obstante, durante los últimos meses hemos acogido a muchísimas
familias cristianas llegadas desde Siria que piden refugio en nuestros
monasterios e iglesias. Muchas han huido precipitadamente y llegan casi
sin nada”, añade sobre la guerra en el vecino país este joven que
presume de ser el sacerdote más joven ordenado en Iraq.
A pesar de su cercanía con la inestable Mosul, Bashiqa disfruta de
una relativa estabilidad, algo que el sacerdote atribuye al despliegue
de soldados kurdos en la zona.
“Para muchos, Bashiqa es un alto en el camino en su huida hacia la
Región Autónoma Kurda, donde la seguridad es completa”, explica el
párroco.
Kirkuk –230 kilómetros al noroeste de Bagdad– también languidece en
una suerte de limbo legal entre la capital del país y el gobierno
regional kurdo.
Desde allí, Imad Yokhana Yago, diputado por el Movimiento Democrático
Asirio, denuncia el “genocidio a manos de islamistas” y la “huida en
masa” de su pueblo a la vez que aboga por un proyecto a la medida de su
menguante comunidad.
“Tenemos miedo a una nueva guerra por las tensiones entre kurdos y árabes sunitas y chiitas”, dice Yago a IPS. “Una región
autónoma cristiana en Nínive protegería a nuestra comunidad y haría las
veces de zona de amortiguación entre los grupos enfrentados”, añade el
parlamentario.
Pero es un proyecto controvertido y hay quienes temen que dicha
región se convierta en una especie de gueto al que desplazar al pueblo
cristiano.
Desde la dirección del Movimiento Cristiano Asirio, Yousif Eisho
discrepa: “La represión que estamos sufriendo no llega únicamente desde
los árabes de Iraq”.
“Irán, Arabia Saudita, son muchos los agentes extranjeros
involucrados en la limpieza étnica de nuestro pueblo”, asegura este
hombre de profundos ojos azules. “Ese gueto acabará siendo una realidad
si se sigue permitiendo la injerencia desde el exterior”.