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29 gennaio 2013

Los candidatos del “cónclave” caldeo

by Andrea Tornielli

En la agenda del Sínodo de la Iglesia caldea que fue convocado en Roma para elegir al nuevo Patriarca, el día de hoy estuvo dedicado al debate entre los obispos sobre la condición y los problemas que viven las comunidades caldeas en el territorio patriarcal y en la diáspora. Para ser elegido, el nuevo Patriarca tendrá que obtener dos terceras partes de los quince votos disponibles. Pero el episcopado caldeo se presenta dividido. No pasaron desapercibidos los golpes que ha sufrido, después de la operación “Iraqi Freedom”, la comunidad católica autóctona, que hasta entonces era una de las más tenaces y arraigadas en todo el Medio Oriente. Pero en la partida para la elección del nuevo Patriarca se enfrentan diferentes perspectivas sobre cómo afrontar la emergencia y garantizar la continuidad para la Iglesia católica “sui iuris”.
 En el escenario iraquí, que ha pasado una durísima prueba debido a las reivindicaciones étnico-religiosas, durante los últimos años ha ido ganando terreno la opción identitaria, incluso dentro de la comunidad caldea. Si bajo el régimen baathista los líderes caldeos teorizaban la asimilación cultural y política de los cristianos al “milieu” árabe, en la compleja situación tras la guerra algunos de ellos se propusieron como líderes de una minoría étnico-nacional en lucha para salvar los propios derechos sociales, políticos y culturales. El ambiente favorable para esta nueva sensibilidad identitaria fue la diáspora caldea que se formó en los Estados Unidos, con su galaxia de círculos, movimientos y representaciones políticas.
 A nivel eclesial, los alfiles del redescubrimiento de su identidad étnica, y de los rituales y litúrgicas relacionados, son dos obispos caldeos que viven el los Estados Unidos: Ibrahim Ibrahim, de 75 años y que vive en Southfield (Michigan), y Sahrad Jammo, de 71 años y que vive en San Diego (California). Sobre todo el primero de ellos, a pesar de la edad (a los 75 años los obispos deberían renunciar al propio gobierno episcopal), es considerado como uno de los “papables” en el Sínodo electoral de estos días. Nació en Telkaif –tal y como el anterior Patriarca Emanuel III Delly y otros dos obispos electores– y antes de viajar a Roma concedió una entrevista al “The Michigan Catholic”, * órganos de la diócesis de Detroit, en la que exaltó la progresión exponencial que ha vivido en los últimos años la diáspora caldea hacia los Estados Unidos (pasó de 20 mil fieles hace 30 años a los alrededor de 220 mil de hoy).
 La elección como Patriarca de un obispo que radica en el Occidente confirmaría la imagende una Iglesia caldea “a la estadounidense”, que pierde terreno en los territorios tradicionales (en donde los fieles, según los últimos datos serían solo pocos cientos de miles) y entrega a las sensibilidades identitarias americanas la conservación de las propias peculiaridades litúrgicas, teológicas y culturales. No han faltado conjeturas sobre una posible “mudanza” hacia los Estados Unidos del patriarcado caldeo, algo parecido a lo que ya pasó con la Iglesia asiria de Oriente, cuyo partiarca se mudó a los Estados Unidos durante los años treinta del siglo XX, después de las maracres en contra de los asirios que se verificaron en territorio iraquí.
 A esta posibilidad identitaria y delocalizada que prevalece en los ambientes de la diáspora se oponen algunos obispos que se ocupan de las diócesis del Kurdistán iraquí y de otras regiones del Medio Oriente. Cinco de ellos (incluidos Rabban Al-Quas, Louis Sako y Mikha Pola Maqdassi, que se encuentran en el Sínodo de Roma) boicotearon en junio de 2007 una asamblea sinodal para marcar su oposición a la línea del patriarca Delly y denunciar la «condición enfermiza» y el estado de abandono pastoral en el que, según su opinión, vivían las comunidades caldeas. Entre otras cosas, los cinco obispos del norte de Irak rechazaban los constantes proyectos para crear un área de autonomía administrativa de “protección” para los cristianos asirios y caldeos, que se habrían debido transferir a la llanura de Nínive, al norte de Mosul.
 Hace poco, el arzobispo de Kirkuk, Louis Sako, denunció en un llamado que retomó la agencia Fides la «trampa del nacionalismo» que amenaza a las antiguas Iglesias orientales de origen apostólico, sobre todo cuando se encuentran debilitadas por las hemorragias migratorias hacia los países occidentales. El obispo sirio de Aleppo, Antoine Audo SJ, sigue siendo un punto de referencia para los obispos que menos se preocupan de la sensibilidad eclesial, que según ellos, ha caracterizado a la Iglesia caldea de los últimos años. Los detractores del jesuita indican que tiene muy poca familiaridad con la lengua caldea que se usa en las liturgias tradicionales. Aunque parece que se han ido evaporando las antiguas (e infundadas) acusaciones sobre una supuesta simpatía por el régimen baathista de los Assad.